Utilizando los olivos centenarios como soporte, Óscar realiza tres criaturas en referencia a los monjes que habitaron la zona, convirtiéndose en seres atemporales.
Estos seres muestran un ojo pintado en la parte superior, el cual representa un ser en estado consciente, y debajo muestra en su interior la inmensidad del universo, con unas manos que quieren salir hacia fuera.
Como resultado, quedan unos árboles dotados de vida consciente, que siguen a los transeúntes con su mirada impertérrita.